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miércoles, 14 de noviembre de 2012
Los indígenas, no morimos, nos reincorporamos a la Madre Tierra
Fuente: bolpress,
11-11-2012
Por: Ollantay Itzamná
Los dos primeros días del mes de noviembre, desde
México, pasando por Guatemala, hasta Perú y Bolivia, las casas, calles y campos
santos (cementerios) se revisten de flores multicolores, de dulces aromas, de
abundante comida y bebida, y de música en vivo. Los cristianos denominan a esta
fiesta como el Día de los Muertos. Para nosotros/as es la fiesta ritual de la
vida y de la convivencia.
Para nosotros no existe la
separación excluyente y dualista entre la vida y lo que llaman muerte. Quienes
fallecen no desaparecen, se reincorporan al vientre de la Madre Tierra para
seguir conviviendo en la comunidad cósmica. Conviven con nosotros, nos acompañan
y nos protegen. Hablamos, celebramos, soñamos, reímos y lloramos con ellos y
ellas.
Por eso, en Los Andes, aún existen en los cerroschullpares o pukaras, (recintos
cilíndricos construidos de piedras) en los que se guardaban embalsamados a
nuestros fallecidos por un período de tres años (tiempo para la biodegradación
del cuerpo). Luego, los cuerpos eran trasladados a las casas respectivas para
convivir permanentemente con la familia y en la comunidad.
Mientras los cuerpos embalsamados se encontraban en los chullpares, comunidades enteras se
trasladaban, casi a finales del mes de octubre (inicio de la nueva siembra,
según calendario agrícola), en fiesta, con abundante comida, bebida, flores,
tambores y quenas, hacia los cerros en los que se encontraban estos recintos
para celebrar la vida y la convivencia con los ajayus (espíritus) de los fallecidos.
Luego que los restos óseos eran reincorporados a las familias, en sus
respectivas comunidades, continuaban las celebraciones en el mes de octubre,
con mucha comida, bebida y música, y se los sacaba a pasear por los caminos.
Incluso en este tiempo, en las alturas del Departamento del Cusco-Perú, todavía
llevamos a las iglesias los huesos de nuestros fallecidos, envueltos en mantas,
a escuchar misa.
Con la colonización cristiana, nos destruyeron también nuestros chullpares, y nos obligaron a
llevar a nuestros familiares “difuntos” a los campos santos. Dice la doctrina
cristiana que todo bautizado es santo, por tanto, el lugar donde se los debe
entierra es en el Campo Santo.
Pero, igual, en las comunidades y ciudades (como La Paz, Cusco,
Cochabamba, Ayacucho, etc.) seguimos festejando la vida y la convivencia con
los nuestros los dos primeros días de noviembre. Hacemos comida, bebida,
cortamos flores, y con eso y mucho más organizamos mesas de ofrendas para
celebrar con los ajayus de los nuestros.
Dependiendo
de si el alma es nuevo (hasta tres años de fallecido) o antiguo, armamos la
fiesta sea en la casa o en el campo santo. Porque, según nuestra espiritualidad
y filosofía, nadie perece (muere), sino que se reincorpora a la Madre Tierra
para seguir subsistiendo y tejiendo la vida en la comunidad. Quizás por ello no
tememos a eso que llaman muerte.
Todos venimos de la Madre Tierra (estamos hechos de los mismos
elementos químicos de los que Ella está hecha), y la reincorporación a su
vientre húmedo y fresco, es la compañera con la que nacimos. Lo importante es
que esta reincorporación ocurra cuando hayamos cumplido nuestra misión sobre la
piel de la Pachamama.
Inicialmente,
según la historia de la doctrina cristiana, la muerte no era lúgubre para el
cristianismo. Recuérdese que las primeras comunidades cristianas conmemoraban y
celebraban las fechas de fallecimientos de sus santos. Por eso, en el siglo IX,
el Papa Gregorio IV, estableció el primero de noviembre como el día de Todos
los Santos, porque muchos santos no tenían fiesta establecida en el calendario
gregoriano. Gregorio lo puso en esa fecha porque en Europa, sobre todo en el
norte, entre los celtas, en esas fechas se hacía la fiesta (“pagana”) del paso
de la vida a la muerte. El origen de la fiesta de Halloween.
En teología católica a esta estrategia “evangelizadora”
denominan inculturación(introducir la
doctrina cristiana en el corazón de las fiestas “paganas” para convertir dichas
culturas en cristianas) Producto de esa estrategia evangelizadora nosotros
también celebramos el día de nuestros ajayus los primeros días de noviembre. Pero,
ya no con chicha (bebida fermentada de cereales) o con apthapis (comidas comunales), ni en los chullpares, sino en los
cementerios, con misas, cervezas y consumismo frenético.
El
cristianismo, como toda religión monoteísta, configuró la psicología individual
y colectiva de las personas en base al sentimiento de culpa y de pecado. Del
miedo al infierno y al fracaso existencial nace el miedo y el rechazo a la
“muerte”. La modernidad afianzó a los sujetos en este principio. Por eso, en el
mundo occidental los vivos lloran por los “muertos” y se deshacen de ellos.
Pero, ni tan siquiera con la truculenta colonización de más de 5
siglos, han logrado aniquilar nuestras espiritualidades de la vida. Todo Santos
no es el recuerdo de los muertos, sino una fiesta ritual en la que celebramos
en plenitud nuestro convivio con las y los que se nos adelantaron en su
reincorporación a la Madre Tierra para seguir caminando, conviviendo,
conversando, llorando, soñando con nuestros/as protectores/as. Así, nuestro
caminar hacia el añorado vientre fecundo y fresco de la Pachamama se hace ligero, festivo y sin miedos.
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